En menos de tres días, la lucha libre mexicana ha sido golpeada en donde más le duele. Dos de sus más destacados exponentes, uno impartiendo justicia y otro azotando su humanidad en los encordados, emprendieron el viaje sin retorno.
Se trata de José Luis Castillo Morales, mejor conocido como el Chocolate Amargo, uno de los réferis más emblemáticos de los últimos años, quien en más de una ocasión hizo rabiar con sus decisiones a técnicos y aficionados. Entre las muchas batallas que refereó, se le recuerda como el nazareno encargado de sancionar el combate de máscara contra cabellera entre Máscara Año Dos Mil y Perro Aguayo, en el marco de la primera Triplemanía.
También nos abandonó, de manera sorpresiva, Juan Alvarado Nieves, el Brazo. Integrante de una de las tercias más importantes en la lucha libre mexicana: los Brazos, quienes como técnicos fueron efectivos, pero como rudos eran unos auténticos Mosqueteros del Diablo. Perdió la máscara junto con sus hermanos Brazo de Oro y de Plata en Monterrey, en contra de los Villanos I, IV y V, pero la caída de su misterio no mermó su calidad luchística, y se mantuvo en la cumbre durante muchos años. Destacó en Triple A por su facilidad para interpretar personajes, dándole siempre algo nuevo al público.
Descansen en paz el Brazo y el Chocolate Amargo